Soy el faro de mi isla
Acabo de recordar que en la época de los chat de Terra
chateaba con un chico que se hacía llamar Otto. Yo usaba un nick de otro
personaje de las pelis de Medem, Alsi (isla al revés) y en seguida conectamos.
Él me decía que escribía desde un locutorio, claro, no existían los móviles ni
WhatsApp así que nunca quedábamos para hablar. Solo recuerdo que abría el chat
y preguntaba “Otto, ¿estás?”.
Nuestra relación se basaba en hacernos pasar por los
personajes de aquellas películas inventando un universo nuevo en el que
coincidían. Nunca nos dimos un número de teléfono. Nunca quisimos saber si
vivíamos a kms de distancia o éramos vecinos del mismo barrio. El único
objetivo era acompañarnos en una fantasía.
No hubo nunca sexting, aunque para mí resultó ser una época
de las más excitantes de mi vida.
Una vez me dijo “tengo la cama a un palmo del suelo, por
debajo de lo real”. Esto me impactó. Otro día me dijo “de camino al locutorio
casi me atropella un autobús”. Esto también me impactó.
Llegué a transcribir en un cuaderno (que guardo) algunos
hilos de ese chat y a obsesionarme con la idea de alimentar esa fantasía por
encima de todo. Mi vida resultaba ser una proyección de una idea romántica
entre dos personajes ficticios.
Ahora me doy cuenta de la cantidad de veces que me he sumido
en sueños y fantasías para escapar de mi realidad. Cada cuaderno rojo que
guardo bajo llave confirma esta obviedad. Mi falta de responsabilidad ha sido
tremenda en innumerables ocasiones. Mi forma de sobrevivir ha consistido en
inventarme mundos preciosos donde habitar de forma ficticia y así entretenerme,
dejar la vida pasar, escaparme todo el rato y burlar el dolor. Con mucha
poesía, eso sí.
Hoy en día sigo haciéndolo, pero al menos me doy cuenta. Soy
consciente de que mi proyección en redes sociales (por ejemplo) es solo eso:
una proyección. No soporto mi realidad y necesito inventarme una más deseable,
más activa, más graciosa, más interesante… Y me aburre. Al final esta mierda me
agota y consume mi energía. Me arrastra a conversaciones vacías con gente que
se soporta a sí misma casi menos que yo. Y me pregunto si alguna de mis
relaciones afectivas a estado libre de fantasía. La respuesta viene rápida en
forma de NO.
Paso a paso. Al menos ya no me enredo en inventar todo un
paracosmos para tu yo-irreal y el mío.
Resulta que no miro tu foto con interés, sino con compasión
por ti, porque entiendo que tus razones para subirla no difieren de las mías.
Miro tu foto con amor real y me compadezco de ti y de mí al mismo tiempo.
Y es así porque hacernos responsables de nosotrxs mismxs no
tiene que ver únicamente con nosotrxs mismxs, por mucho que nos quieran hacer
creer los libros de autoayuda (líderes de venta en todo el mundo, por cierto.
Qué curioso todo, oye). No somos individuos e individuas ermitañxs. Vivimos en
sociedad. Una sociedad creada mucho antes de que naciéramos y atravesada por
una cultura y un sistema que nos moldea y doblega a su antojo.
Qué difícil es ser libre en un mundo opresor.
Qué difícil es quererse en un mundo que te machaca con la
idea de que no eres nada.
Qué difícil es conectar con tu propia verdad cuando desde
niñx te han cubierto de capas de identidad que no te pertenecen.
No es difícil. Es imposible.
Por eso no juzgo más. Ni a ti, ni a mí. Por eso elijo
quererme con toda mi mierda y quererte con toda la tuya, si es posible en este
mundo elegir algo realmente. Y en el quererme y quererte entra el protegerme.
Parece que en la vorágine de este mar de violencia, miedo,
dolor y desconexión se vislumbra algo de tierra a la vista, que no “terra”.
Comentarios
Publicar un comentario